jueves, 14 de marzo de 2013

Océano de minorías



Lector: este es un falso ensayo extraño, tiene palabras de más y puede ser poco claro por momentos. Espero le sea leve.

La queja es un síntoma producido por la necesidad.
Algo un tanto más intrincado es la necesidad de quejarse.
La necesidad aparece en sus dos formas, una se expresa en el mundo real y la otra no.
El segundo caso no es más que una falsedad. Ya que necesitar quejarse, sería necesitar necesitar, y esto es, además de redundante, completamente ilógico. Y, porque lo ilógico existe en la conducta humana, me refiero a que detrás de la frase “necesidad de queja”, hay un profundo deseo desfigurado.
Ensayo lo siguiente: quien necesita quejarse, busca en realidad formar parte de una minoría.
En cierto modo, en este falso ensayo retomo el texto “Quiero un enemigo”, ya que lo que oculta este deseo desfigurado son los falsos objetivos comunes, las quimeras. Por ejemplo un enemigo común, una necesidad común, una problemática común. Y cuando digo común me refiero a denominador común, que denomina a una mayoría, cansada, en problemas, incómoda y/o con miedo, o sin miedo, ni problemas, ni cansada (en el más profundo de los casos).
Al referirnos a una mayoría caemos en la vaguedad, y esto no pareciera ser un problemón: “¡qué terrible, hemos caído en la vaguedad!, y ahora ¡¿cómo salimos?!”. No, no parece un problemón, pero lo es. Y ahora retomo otro texto del blog: “Identidad debilidad”, porque junto a la adopción de palabras está la pérdida del sentido de los fundamentos que estas palabras enarbolan, se pierde el eje. Cuando la muchedumbre se queja, hay un millar de problemas por los cuales cada minoría que forma esa mayoría quejosa, se moviliza. Cada grupo tiene su tema, su necesidad. Sucede que el poder, el poder no se obtiene con la queja en si, no se trae de casa y se iza en medio de una plaza, no. El poder se logra con una multitud de voluntades al unísono, mínimamente coordinadas. Y es así como muchas minorías recurren a la vaguedad en sus quejas, para poder obtener ¡primero!, el medio para lograr que la queja trascienda, juntar poder. Y aquí, muy por lo bajo, es donde la necesidad puede transformarse en pretensión, que puede distar mucho del fin primero.
Hemos dado una vuelta sobre los pasos hacia una queja propiamente dicha. Y ahora, lo que sucede con quien busca formar parte de una minoría, que para conseguir poder se una a otras minorías y, dotando de la vaguedad necesaria su discurso, logren quejarse.
Donde no existen minorías no hay problemas. Creo entender que lo primero no es el problema sino la minoría, y la exclusión, en algunos casos. Y sino la exclusión por parte de una fuerza mayor, por mano propia del individuo, que entiende que no es igual al otro, no es igual en cuanto a sus necesidades, sus sospechas sobre la realidad de las cosas, su idea sobre lo correcto y lo incorrecto.
Donde no existen minorías no hay problemas. He estado ahí, no fuera de una minoría, sino rodeado de la ausencia de minorías. Voy  a ser lo más claro posible: uno forma parte de una minoría con respecto a todas las minorías juntas. Sin embargo, en ciertos casos, las minorías se definen por ser un número menor con respecto a una mayoría, y aquí cambia radicalmente la idea de minoría, ya que esta pasa de ser una minoría más en un mar de minorías, con sus necesidades y quejas, tan importantes como la de cualquier mayoría, a un número menor con respecto a otra cantidad superior (mayoría), que entiende que la democracia es la vía para lograr resolver sus necesidades, vagas. Me refiero a los casos en los que hay una mayoría formada a partir de la ausencia de intereses diversos; donde un todo se mueve en pos de, y sólo por, lo que este todo decide que su necesidad sea.
¿Cómo puede ser que un todo piense igual?, ¿cómo es que hay un acuerdo para quejarse, si fuera necesario, de lo mismo?. Y una vez resuelto el problema del todo, ya no hay quejas. En este justo instante aparece el deseo desfigurado, eso que pareciera ser objeto de nuestro anhelo, por lo que nos quejaríamos por mas absurdo que parezca, por ejemplo: “¡que desastre, el tren llegó dos minutos tarde!”, o “¡ché, este año no pude cambiar el auto!”.
La real necesidad esta en ser una minoría, tener una identidad e intereses propios.
Hacia el final de este confuso falso ensayo voy a escribir claro y conciso: Quejarse vale, pero primero hay mirar a los lados, al frente y abajo, no valla a ser que uno esté parado sobre alguien y no se haya dado cuenta aún.
Minoría somos la mayoría, que tenemos intereses diferentes, que tenemos que convivir con los intereses de otro, que convive con nuestros intereses.
Que feo mirar al otro y saber que tanto él como uno forman parte de una mayoría petrificada, seca, vacía, estática, que no tiene nada que decirse a sí misma, que está, al fin y al cabo, sola, no convive con nadie porque es el todo, la mayoría, está sola como el universo, que se expande y se contrae en su infinita tristeza.