Lector: este es un falso ensayo
extraño, tiene palabras de más y puede ser poco claro por momentos. Espero le
sea leve.
La queja es un síntoma producido por
la necesidad.
Algo un tanto más intrincado es la
necesidad de quejarse.
La necesidad aparece en sus dos
formas, una se expresa en el mundo real y la otra no.
El segundo caso no es más que una
falsedad. Ya que necesitar quejarse, sería necesitar necesitar, y esto es, además de redundante, completamente ilógico.
Y, porque lo ilógico existe en la conducta humana, me refiero a que detrás de
la frase “necesidad de queja”, hay un profundo deseo desfigurado.
Ensayo lo siguiente: quien necesita
quejarse, busca en realidad formar parte de una minoría.
En cierto modo, en este falso ensayo
retomo el texto “Quiero un enemigo”, ya que lo que oculta este deseo desfigurado son los falsos
objetivos comunes, las quimeras. Por ejemplo un enemigo común, una necesidad
común, una problemática común. Y cuando digo común me refiero a denominador común, que denomina a una
mayoría, cansada, en problemas, incómoda y/o con miedo, o sin miedo, ni
problemas, ni cansada (en el más profundo de los casos).
Al referirnos a una mayoría caemos
en la vaguedad, y esto no pareciera ser un problemón:
“¡qué terrible, hemos caído en la vaguedad!, y ahora ¡¿cómo salimos?!”. No, no
parece un problemón, pero lo es. Y
ahora retomo otro texto del blog: “Identidad debilidad”, porque junto a la
adopción de palabras está la pérdida del sentido de los fundamentos que estas
palabras enarbolan, se pierde el eje. Cuando la muchedumbre se queja, hay un
millar de problemas por los cuales cada minoría que forma esa mayoría quejosa,
se moviliza. Cada grupo tiene su tema, su necesidad. Sucede que el poder, el
poder no se obtiene con la queja en
si, no se trae de casa y se iza en medio de una plaza, no. El poder se logra
con una multitud de voluntades al unísono, mínimamente coordinadas. Y es así
como muchas minorías recurren a la vaguedad en sus quejas, para poder obtener
¡primero!, el medio para lograr que la queja trascienda, juntar poder. Y aquí,
muy por lo bajo, es donde la necesidad puede transformarse en pretensión, que
puede distar mucho del fin primero.
Hemos dado una vuelta sobre los
pasos hacia una queja propiamente dicha. Y ahora, lo que sucede con quien busca
formar parte de una minoría, que para conseguir poder se una a otras minorías
y, dotando de la vaguedad necesaria su discurso, logren quejarse.
Donde no existen minorías no hay
problemas. Creo entender que lo primero no es el problema sino la minoría, y la
exclusión, en algunos casos. Y sino la exclusión por parte de una fuerza mayor,
por mano propia del individuo, que entiende que no es igual al otro, no es
igual en cuanto a sus necesidades, sus sospechas sobre la realidad de las
cosas, su idea sobre lo correcto y lo incorrecto.
Donde no existen minorías no hay
problemas. He estado ahí, no fuera de una minoría, sino rodeado de la ausencia
de minorías. Voy a ser lo más claro
posible: uno forma parte de una minoría con respecto a todas las minorías
juntas. Sin embargo, en ciertos casos, las minorías se definen por ser un
número menor con respecto a una mayoría, y aquí cambia radicalmente la idea de
minoría, ya que esta pasa de ser una minoría más en un mar de minorías, con sus
necesidades y quejas, tan importantes como la de cualquier mayoría, a un número
menor con respecto a otra cantidad superior (mayoría), que entiende que la democracia
es la vía para lograr resolver sus necesidades, vagas. Me refiero a los casos
en los que hay una mayoría formada a partir de la ausencia de intereses
diversos; donde un todo se mueve en
pos de, y sólo por, lo que este todo
decide que su necesidad sea.
¿Cómo puede ser que un todo piense
igual?, ¿cómo es que hay un acuerdo para quejarse, si fuera necesario, de lo
mismo?. Y una vez resuelto el problema del todo, ya no hay quejas. En este
justo instante aparece el deseo desfigurado, eso que pareciera ser objeto de
nuestro anhelo, por lo que nos quejaríamos por mas absurdo que parezca, por
ejemplo: “¡que desastre, el tren llegó dos minutos tarde!”, o “¡ché, este año
no pude cambiar el auto!”.
La real necesidad esta en ser una
minoría, tener una identidad e intereses propios.
Hacia el final de este confuso falso
ensayo voy a escribir claro y conciso: Quejarse vale, pero primero hay mirar a
los lados, al frente y abajo, no valla a ser que uno esté parado sobre alguien
y no se haya dado cuenta aún.
Minoría somos la mayoría, que
tenemos intereses diferentes, que tenemos que convivir con los intereses de
otro, que convive con nuestros intereses.
Que feo mirar al otro y saber que
tanto él como uno forman parte de una mayoría petrificada, seca, vacía,
estática, que no tiene nada que decirse a sí misma, que está, al fin y al cabo,
sola, no convive con nadie porque es el todo, la mayoría, está sola como el
universo, que se expande y se contrae en su infinita tristeza.