martes, 22 de abril de 2014

La odisea de un canta-autor (breve reseña sobre la obra del canta-autor porteño-platense Julián Oroz)

Un viajero es un recolector de experiencias. Un ser divagante que aprende por medio de la vivencia. No concibe, mientras viaja, el estatismo. Entonces su esencia es el movimiento, y es, en consecuencia, optimista.
El cantor viajero es también un recolector de experiencias, y un comunicador de vivencias. Su condición de cantor/compositor lo hace comunicar lo vivido mediante sus canciones. Lo deseado, lo perdido. Toda curiosidad, toda búsqueda que se haya sucitado en su viaje, puede ser material de canción, de letra y música.
El viajero tiene un hogar. Una casa que ha dejado atrás. Y cuando vuelve rememora, y en este rememorar se encuentra este músico con las mísmas vivencias y experiencias encontradas en el viaje, pero resignificadas.
En su primer disco, el canta-autor porteño-platense Julian Oroz, lleva experiencias crudas a su guitarra. Es la voz acompañada contándonos lo que a lo largo de un año nómade el artista ha visto.
Y como este texto no pretende ser una mera reseña al trabajo de Oroz, vamos a arriesgar otro poco.
“Las cosas que se ven con los ojos cerrados”, es un disco en cual hay dos ejes básicos: los ritmos y la mujer.
Se lee algo austera mi sentencia, pero creo ver en estos dos afluentes todo el material que este disco nos comunica (porque la canción en Oroz comunica, definitivamente). Cuando hablamos de los ritmos, me refiero a las nuevas músicas que el compositor encontró en el viaje, y las viejas músicas con las que este mismo compositor se reencontró. Allí la cumbia, la milonga, el mensaje en la lírica, percusión sobre la guitarra, que sola ella, tuvo que arreglarselas para acompañar a una voz en crecimiento.
Aquello sobre el ritmo, y luego, aun más importante, la mujer, que es el factor de traslado. El hombre que mueve su todo (¿él y su guitarra?) en búsqueda de una mujer. Y si no fuera para buscar a esta mujer, cantarle a ella, u a otra, a quien sea, ya que esta mujer es todas las mujeres, y todas las mujeres son ella.
En cambio, su segundo disco (verdadero tema de nuestro texto), tiene otras pretensiones. Ya no nos encontramos con la crudeza, sea en cuanto al sonido (guitarra percusiva sola), o a la motivación (el sexo femenino). Este segundo disco, con un claro avance en lo visual, el diseño, pretende un vínculo directo con el oyente. Mientras el primer álbum libraba a la suerte, por medio de nada delirantes licencias en el lenguaje, la interpretación de los mensajes, en “La importancia” el mensaje en cada canción está clarísimo. ¿Hay rodeos metafóricos? sí, ¿hay omiciones? sí, ¿licencias? No reniega de sus inicios, o de su disco anterior. Pero cada vez, el velo poético se levanta, y deja, primero entrever, y luego ver claramente, el mensaje en cuestión: decir te quiero, la necesidad de ser escuchado, la importancia de la expresión contra la censura, la hermandad.
Temas importantes, no tanto una búsqueda en recovecos metafísicos, sino un par de sopapos de realidad (esa realidad que lo golpea a uno). Esta vez una banda acompaña a esa guitarra que supo bancársela sola por todo América del Sur. Y ahora, pareciera esta guitarra, no estar tan preocupada por cumplir su función, ya con los relevos necesarios, sino por disfrutar. Podemos decir entonces, que en “La importancia” escuchará usted, oyente (ahora lector), una voz segura, y una banda que sabe sonar filosa o algodonada cuando fuera necesario; y allí, entre todos ellos (grandes músicos), una guitarra feliz y relajada.

Para terminar, un ejemplo que puede ayudarnos a terminar de aclarar, si todavía fuera necesario, este asunto: por un lado la búsqueda de esa mujer (o la crudeza), y por otro lado el sopapo de realidad (o la claridad).
En el primer disco de Julián Oroz, entre otros temas, se encuentra “Mariposa”, que nos habla de un hombre (aparentemente) que, consiente de su condición de ser humano tropezador, no quiere cometer dos veces el mismo error, y le pide a una mariposa que se lo lleve, que lo saque afuera, ya que la primavera pasada le ha sucedido lo peor, se ha quedado solo, y por tanto, adentro.
En el segundo disco tenemos un tema que habla casi de lo mismo. Y lo interesante está en el casi, que radica en las diferencias en este texto ya explayadas. “Uno al uno”, nos habla, utilizando una genial paradoja, de la verdadera importancia de las cosas, las prioridades tal vez. Nada es tan importante, nada puede ser tan importante como para no dejarnos salir. El canta-autor porteño-platense, nos revela que la realidad está afuera, afuera de lo que sea que nos mantenga adentro (seamos nosotros mismos, o una habitación cerrada en primavera).
Esta mariposa del primer disco, busca en el segundo, abrirnos de par en par la ventana sobre la cual se ha posado, y nos muestra la odisea, ese viaje recorrido que ha generado un cambio: de la crudeza, a la claridad.

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