Breve reseña sobre la autobiografía de Jean Paul Sartre
Es evidente que una biografía o
autobiografía, no es una detallada descripción cronológica de los
sucesos más relevantes en la vida de una persona, sino el relato de
las vivencias que han forjado lo esencial del ser de esta
persona, a lo largo de su vida. Estos hechos pueden haber sucedido en
un breve segmento de años, puede que en este tiempo, considere el
biógrafo o auto-biógrafo, su persona haya formado el grueso de sus
valores, miedos, creencias; su personalidad.
Esto me ha quedado claro al leer
“Las palabras”. Una autobiografía que se centra sólo en los
primeros 9 años de vida de la persona. Estos detallados 9 años nos
revelan cada punto de partida de las cualidad del escritor maduro. Él
nos apunta hacia dónde mirar, y nos cuenta cómo es que tal y
cual libro, ha desencadenado tal y cual reacción
en su persona. Los comportamientos descritos en el niño que el
escritor era, no pertenecen a un niño, es decir, no son más que
sentimientos y comportamientos potenciales: ser un tirano, vanidoso,
virtuoso, la soberbia, la comprensión, la tolerancia. Son cualidades
que requieren de una experiencia de vida, que este niño francés, no
tenía a esa edad.
Sartre divide su autobiografía
en dos partes: Leer y Escribir. Los pilares de la
escritura, sus pilares como escritor. Lo que esto pareciera resumir,
es que los dos grandes sucesos en su vida han sido, el aprender a
leer, y su posterior relación con la escritura. Esta última,
articuladora de sus afectos personales, ya que él se sentía
presente, o querido, en tanto escribía (según, valga la
redundancia, escribe en su autobiografía).
Sartre comprendió al escribir
este libro, que él, como Sartre, el escritor, no pertenecía más a
si mismo, sino a una cultura, la cultura francesa. Sartre pasó a ser
su obra, no sólo un escritor productor de cultura, sino también
parte real de esa cultura. Tanto es así, que “Las palabras”
relata no sólo los primeros años de vida de Sartre persona,
pero los de Sartre escritor, y su entorno: el entorno real
(con sus guerras y gobiernos), y el entorno de fantasía, ese que
hablaba de la realidad a travez del prisma de los Corcorán, Galopin
y Jean de la Hire.
Sin ahondar, y sin pecar de
superficial, he aquí un pequeño complemento musical, que, si bien
no se refiere a un artista coetáneo a Jean Paul, sus influencias
sobre la Francia de Sartre fueron, sin lugar a dudas, reales y
profundas. El lenguaje musical del compositor Claude Debussy, refleja
(una vez más, sin ahondar) una visión cíclica del tiempo, y por
tanto del universo y sus ordenamientos. La repetición y la
recurrencia son dos aspectos fundamentales en su obra, y podríamos
decir también que su sintaxis se basa en estos dos aspectos. “Las
palabras” es un texto escrito a la Debussy. Es recurrente y
repetitivo, y a su vez elocuente. No deja oración sin mensaje, no es
un libro extenso, y cada una de las repeticiones y/o recurrencias que
se leen, encierran una función, sea a modo de referencia del
inexorable paso del tiempo (las cosas que vuelven a suceder en la
vida de una persona), o como reivindicación de ciertos valores (la
fantasía). Este lenguaje musical utilizado en la obra de Debussy,
pareciera ser la forma en que Sartre da ritmo a su libro, a su
autobiografía; dejandonos interpretar que su concepción del tiempo
no sólo es sucesiva, sino también circular (o recurrente, para los
momentos de escepticismo).
Y allá arriba, veo en esta
edición del libro en cuestión, la palabra ensayo,
y me pregunto si ha sido Sartre quien decidió rotular su texto como
ensayo. Porque de haber sido así, sería realmente un nivel más
desde el cual este libro debiera ser analizado. Una autobiografía es
un ensayo, una búsqueda en un bazar de ideas, con una tesis final
algo sorprendente. Tanto es así, que el libro termina de un golpe
seco. Termina donde podría continuar, o haber terminado hace un par
de páginas atrás. Es que la respuesta a la incesante indagación de
este escritor, llega como por arte de magia. Aunque él sabe dónde
busca (en los anales de su vida), encontrará que sería inútil
continuar infinitamente contando su vida (la cual no ha terminado al
tiempo que él escribe el libro), ya que lo esencial de lo que hoy él
es, ha quedado irremediablemente en el pasado, tan lejos como su
memoria se lo permite, en sus primeros 9 años de vida. Y nota esto
Sartre, justo en el momento en que comienza a hablar de sus futuros
estudios universitarios, su profesión, su primer acercamiento
consciente a la muerte (el fallecimiento de un amigo). Allí donde el
hombre madura, allí donde se forja el carácter, allí elije Sartre
detenerse, porque ha encontrado lo que buscaba: el momento en que
dejó de ser Sartre persona,
para convertirse en Sartre escritor.