miércoles, 15 de octubre de 2014

Palabras difíciles, como suicidio (Schwierige Wörter, wie Selbstmord)


Entiendo que hay palabras que conllevan emociones, y me parece que suicidio es una de ellas. Esta palabra encierra también una contradicción, no en su significado (el cual parece quedar en cada situación más que claro), sino una discrepancia entre el suicida y el mundo que lo rodea. Y para poder aclarar esto desde un principio, vamos a retrogradar nuestra cosmovisión, y diremos que la discrepancia se genera en el mundo circundante al suicida, que pasa a ser el centro, entonces, el suicida es los que al centro circunda. El suicidio es contado por quien no lo practica.
Sin entrar en detalles filosóficos al respecto, nos concentraremos en tres interesantes casos en los cuales el suicido es utilizado como giro dramático. Tres ejemplos, de los cuales uno vuelve a rotar el eje de percepción, es decir, vuelve a poner al practicante en el medio del universo, y a los duelistas en la periferia.
Thomas Mann pareciera tomar argumentos orientales sobre el suicidio al dar a su personaje Neptha la posibilidad de un final honrado. Ante la proximidad de una inevitable catástrofe, y el desmoronamiento de sus más profundo credos (religiosos y filosóficos), sobre el final de la eterna discusión con su contratema dialéctico, Setembrini, ya cuando la discusión ha llegado a sus límites reales, transformándose en un duelo, allí decide el escritor Mann darle a Neptha una segunda opción. Una salida, en definitiva, que a mi como lector me sorprendió, pero que justo después de la sorpresa entendí rápidamente. Este propicio escenario que Mann le entrega en bandeja a Nephta, no es más que lo que el personaje de Neptha le estaba pidiendo hacía ya tiempo al escritor: un final honrado, para un hombre que ha perdido la fe.
En el caso anterior es el escritor que concede la solución al personaje y que percibe lo que el personaje necesita o demanda, el centro; y es el personaje (personaje secundario del libro, vale la pena aclarar) lo que rodea a la historia, con una breve mención del tema. Kafka trata de otra forma al centro y a la periferia. En su relato “Descripción de una lucha” dos personajes (y sólo dos) protagonizan una caminata por la ciudad, en la noche, luego de una reunión o fiesta, en la que han ingerido bastante alcohol. Buscan, con el fresco de la noche, salvarse de una posible resaca matutina. Lo interesante del relato está en la relación de estos dos individuos, quienes hasta esa noche nunca se habían visto, y, conforme avanzan en la caminata, charlan y se van conociendo. Sin importar de qué va el relato, quiero hacer hincapié en una escena. Hacia el final, después de toda una noche juntos, contándose todo (aunque uno de los personajes poco escucha y crea su propia historia imaginaria, ayudado por su inspiradora borrachera) uno de estos personajes (el más joven) opta por quitarse la vida, sin más.
Sin dar pista alguna en todo el relato, el joven personaje corta sus venas con un cuchillo, y quien lo acompaña (una suerte de personaje principal) no tiene más remedio que acompañarlo en su desceso. Kafka nos muestra en este relato cómo es que quien más tarde presenciará un suicidio, vive los sucesos previos al hecho. Este hombre escucha durante todo el paseo como su joven compañero le habla de esto y aquello, pero, al no tener ni la más mínima sospecha de sus futuras intenciones, el personaje principal elabora una fantasía que recubre gran parte del relato (y hasta toma las riendas del mismo) no para desoír a su acompañante, sino para soportarlo.
Este es un relato sobre quien presencia un suicidio, sobre quien sobrevive al hecho para luego contarlo, o, simplemente vivirlo, y que nosotros, lectores asombrados, podamos presenciar también el hecho, no como periferia sino encarnando la piel del centro, la visión del duelo.
Hasta el momento hemos tenido dos posturas diferentes sobre el suicidio presenciado, no sólo en cuanto a su punto de vista, sino también sus fundamentos: Thomas Mann más cercano a una ideología oriental, y Kafka con una postura más occidental (centroeruopea). Ambos casos son protagonizados por más de un personaje, y esto es lo que nos interesa, la necesidad de un otro para ejercer el suicidio.
Yasunari Kawabata propone en “La casa de las bellas durmientes” un caso que tal vez aune los argumentos oriental y occidental sobre el tema en cuestión. La misteriosa muerte de la acompañante nos abre un abanico de posibilidades que Kawabata cierra de un plumazo en pocos párrafos. Nos muestra un dulce que nunca probaremos. Procede de esta manera porque no quiere extenderse en el misterio del fallecimiento, no busca un asesino, ni una coartada, ni un motivo. No busca motivo alguno, porque no hay asesino, sino suicida, y es éste último quien guarda el motivo de la muerte: su orgullo, o un sufrimiento irremediable.
Sea el motivo occidental u oriental, lo que aquí interesa a este texto, es la necesidad, nuevamente, de un otro en la escena del suicidio. Aquí se abren dos líneas de análisis: la primera, la trascendencia. Quien decide terminar con su vida, ha optado por resguardar su existencia, ¿de qué manera? Permaneciendo en el relato de un otro testigo. La existencia de quien se ha ido trasciende en la vida de otros, y existe (valga la redundancia) el tiempo que el duelo de quien ha presenciado la muerte lo permita.
El segundo análisis sería el siguiente: tal como uno requiere de un otro para ser (ser en sí mismo y en cuanto a los demás), una persona presisa de un otro que constate que el ser que elige dejar de ser, en efecto, ha dejado de serlo. El suicida necesita un testigo de su muerte, para ratificar que la misma ha llegado, ya que una vez ido ya no puede el difunto dejar de existir. Alguien más tiene que tomarse el trabajo de reconocerlo como muerto, y luego, inexistente.

En definitiva, algunas reflexiones sobre el suicidio literario.

viernes, 3 de octubre de 2014

Las lecciones para el mundo

Argentina, los holdout, y Sartre hasta en la sopa. Aceptar la libertad del otro es el primer paso para librarnos de la desinformación:“Estamos sometidos a la mirada del otro”

“Las lecciones para el mundo” es el subtítulo que el periodista Thomas Fischermann utiliza para su artículo en el diario Zeit, de Alemania, haciendo alusión a la importante lección que las naciones endeudadas deberían aprender. Este artículo, que ocupa casi una página de la sección de política de este diario de gran tirada, se centra sobre, y describe, un desfigurado panorama de la situación del estado Argentino y los Holdouts (así se los nombra en este artículo a los Fondos Buitre).

Un débil oleaje llega a las costas teutonas. Cada tanto se lee en algún diario alemán de importante tirada, un artículo sobre economía y/o política, referido a la disputa entre el estado argentino y los fondos buitre (llamados, en estos artículos, holdouts). Estas esporádicas referencias suelen estar plagadas de agentes desinformantes.
Lo más importante en la compleja tarea de desinformación, es encontrar una linda tela para cubrir el tema a desinformar. Las falacias serían sólo el decorado de esta tela, son fáciles de encontrar, se las puede criticar y desestimar sin mayores problemas. Pero, cuando el desinformador es realmente astuto, pondrá al alcance del lector crítico todas las falsas pistas que sean necesarias, llenará su argumento de falsedades, para que el lector recorra el camino de la crítica (gustoso de poder hacerlo satisfactoriamente) y se desentienda del tema que realmente se esta encubriendo.
Fischermann teje en su artículo, una fina red condescendiente con el lector de turno. Si el lector ha tomado una posición al respecto (puede que ni le interese el tema), cualquiera sea su postura, el artículo se encarga de ensalzar su lectura. Para quienes defienden férreamente a quien “puso el dinero, y no se lo devuelven”, se refiere Fischerman a los fondos buitre como holdouts, habla de porcentajes, deudores e intereses; y omite, a su vez, la legalidad o ilegalidad de lo anteriormente enumerado, los orígenes de la deuda, la integridad de los intereses y de los interesados.
Por otra parte, si el lector ha tomado posición por el estado argentino, el periodista alemán tiene también una batería de elogios: se refiere al ministro de economía argentino como “el político más peligroso de América Latina” (en un claro tono positivo), construye argumentos a favor y en contra de las deudas externas (siendo ambos, los pro-argumentos y contra-argumentos, siempre a favor), y se apiada de las débiles estructuras económicas, propias de los países endeudados, para los cuales aventura una solución: no deberían endeudarse en primera instancia. Sin mencionar, en ningún momento, que las naciones endeudadas son muchas (potencias incluso), pero no todas pueden costear su crisis.
En esta empresa de complacer a todo lector que si quiera se acerque a esta nota, el periodista alemán Thomas Fischermann ha escrito una artículo desinformativo plagado de falsas direcciones, cumpliendo su fín último: conducir al lector crítico hacia pantanos de falacias y argumentos sin sentido.
En el artículo del diario Zeit, jamás se nombra la crisis de soberanía que sufren los países endeudados, o la génesis fraudulenta de estas deudas. Se parte de la base (a priori) de que los países se endeudan, porque sus economías están flojas (cuando la premisa podría ser: estas economías son débiles, porque pasan décadas y décadas endeudadas). Y tampoco se tiene en cuenta, por suspuesto, el aspecto jurídico, no menor, ya que en caso de Argentina, esta disputa de soberanía (porque es eso lo que se dirimen las partes) pretende resolverse por medio de un gris juez de distrito de Nueva York (EEUU), totalmente ideologizado y alejado de los criterios de razonabilidad que siempre caracterizaron los fallos del sistema del "common law".“ (cito, según mi asesor jurídico personal).
Gombrowicz nos cuenta sobre Sartre, y dice: „La mirada del otro es contraria a nuestra libertad, nos define. Pero solamente al reconocer la libertad del otro me libero de su mirada“. Para cada escritor francés, debería haber un escritor polaco que lo interpretace. Esta frase sintetiza la profundidad sartriana y la terrenalidad gombrowicziana (gombrowicziana, que palabra fea).
Cuando el diario Zeit publica esta nota, avala el proceso de desinformación, y juega a favor de los capitales feroces que pretenden vivir en una burbuja de especulaciones, sin reparar (si quiera pensar) en los problemas de la realidad, esos que azotan a las naciones endeudadas, a sus pueblos.
Esta claro que “la mirada del otro es contraria a nuestra libertad”, ya que pretende definirnos. Y es cierto que sólo reconociendo la libertad del otro (es decir su decisión de definirnos), podemos liberarnos de su mirada. En este texto reconozco la mirada ajena, y, en tanto la reconozco, entiendo cómo es que pretende este diario alemán definirme como argentino: deudor, incapaz, inmutable, y, ¿peligroso?
Esta bien. “No se preocupe Pettoruti” (podrían decirme), “que, si bien este periodista publicado en este diario piensan esto sobre nosotros y sobre nuestro conflicto, más importante es lo que uno decida, lo que el estado argentino logre o no logre en este caso, luego, los de afuera son de palo.” No me convence, me quedo con las palabras de Sartre habladas por Gombrowicz, leídas por mi.

Este oleaje desinformativo es sólo (y nada más ni menos, a su vez) una de las tantas miradas de los otros de las cuales sabremos liberarnos y citar, cuando sin remedio alguno contra la peste de la realidad, el diario Zeit publique y titule nuevamente: “Las lecciones para el mundo”, refiriéndose a un país soberano que logró lo que luego otros habrán de prolongar, enfrentarse al sin sentido y hacer valer su soberanía, que no es, ni más ni menos, que la salud y bienestar de su pueblo.