1°
parte
Logias
por doquier, desde la ciudad de las diagonales hasta la ciudad de las
iglesias medievales. En el 2014 la antigua hermandad de
librepensadores masones sostiene su discreción y enciende la
curiosidad en algunas almas creativas.
Me encuentro en la contradictoria
situación de escribir (y escribiendo divulgar) sobre una serie de
situaciones que comencé a vivir hace unas semanas, relacionadas a
una organización con fuertes fundamentos en la discreción. Esta
característica es la que me contraria hoy en día cuando intento
desarrollar de la forma más clara y detallada posible, los
escenarios y sucesos con los que la mera curiosidad me ha encontrado.
El cuento empezaría con una tarde
lluviosa, en una ciudad relativamente grande, pero con alma de
pueblo. Donde cada fachada tiene una historia y la simbología se
hace presente en cada edificio y cada monumento. Una ciudad de calles
adoquinadas y que, pese a la lluvia, exhibe orgullosa un verde
follaje que resalta del fondo grisáceo que la lluvia remarca. Esta
historia comienza en esta locación que, pese a las coincidencias, no
se trata de la ciudad de La Plata (Argentina), sino de la ciudad de
Lübeck (Alemania).
Una tarde de lluvia, en la norteña
ciudad de Lübeck, se alzaba imponente frente a mi una robusta puerta
de madera, sin adorno alguno, abrazada por un edificio gris de
piedra, que parecía comprender no sólo el número 2 de la coqueta
calle St. Annen, sino también extenderse hasta la esquina, y una vez
allí, unos metros más hacia la derecha. El edificio tenía unos 3
pisos de altura, con una fachada antigua y marcial, y sobre su
entrada se leía en grandes letras metálicas: “Freimaurerloge”
(Logia de la Libre Masonería).
Allí me encontraba yo, frente a
esa puerta cerrada (nunca ví una puerta más cerrada). Toqué
timbre, esperé. Nadie atendió. Volví a tocar timbre y esta vez
saludé a la cámara del portero eléctrico, creyendo que tal vez
alguien del otro lado me estaría observando y podría tomar con
gracia tal gesto, pero nada. Continué esperando, y dando por sentado
que nadie me iba a atender, decidí marcharme, y cuando me disponía
a hacerlo, escuché una voz lejana que trataba de llamar la atención
de alguien: -¡Hola! ¡Oiga!. Miré por sobre mi hombro y vi a un
hombre de traje portando un paraguas, que llevaba de la mano a una
anciana. Ambos caminaban bajo la lluvia y se alejan cada vez más.
Giré, y al verme el hombre, volvió a gritar, en alemán y bajo el
ruido de la lluvia, por lo cual a duras penas pude entender lo que
decía (además, todavía no estaba seguro de que me hablara a mi),
pero creí entender algo como “¡Oiga, ya voy!”. El hombre
se alejó lentamente con su viejita, entonces descarté que se
hubiera dirigido a mi.
Bajé los escalones de la entrada y
me dirigí a la esquina, creyendo que podría ser otra la entrada
principal del edifício. Recorrí todo el frente y no encontré nada,
y ya cuando la lluvia me había molestado lo suficiente como para
irme a casa, ví que el hombre que hacía una rato estaba gritando
desde la otra cuadra, se acercaba y sacaba una llave de su bolsillo.
Efectivamente, me había gritado a mi y, efectivamente, volvía él
despues de un rato. Lo intercepté cuando estaba abriendo esa puerta
(la cual creí nunca se abriría). El hombre me pareció algo
sorprendido e incómodo cuando lo saludé, como quien creyendo estar
solo, es sorprendido por un testigo. Esta actitud me llamó la
atención y vacilé unos segundos antes de dirigirme a él. Pasada la
sutil tensión que este instante generó, extendí mi mano para
estrechar la suya y me presenté: -Buen día, me llamo Pettoruti-.
El hombre me examinó por un momento y complementó mi saludo
apretando mi mano y plegando su paraguas, simulando ningún apuro.
Luego me dijo: -Ah, Pettoruti, Italiano, sí, lo estábamos
esperando-.
Aquí no termina la historia. Pero
aquí termina esta parte de la historia, en este texto. El secreto, o
la omisión, son dos de las bases de lo que hoy se conoce como la
libre masonería. No hablamos de oscurantismo, donde hay una
intensión expresa por ocultar, sino del secreto. A esta logia tiene
acceso (aunque sea informativo) cualquier persona que se interese en
la misma. Su bajo perfil y sencillez, permiten que esta organización
mantenga, a lo largo de siglos, su estructura intacta, y (no tan
intactas) sus ideas fundacionales.
Cuántos de ustedes, estimados
lectores, saben de qué se trata la masonería, y aún conociéndola,
cuántos de nosotros sabemos a qué se dedican estas logias, cuáles
son su actividades, o si realmente existen en forma activa. Más allá
de estas preguntas y sin desmereser a quien se tome el trabajo de
investigar al respecto, este humilde escritor cree que el legado más
importante de la libre masonería en el siglo 21 ha sido, y es, la
intriga, el secreto, y la hermandad. Estas tres palabras que encajan
perfectamente en el preconcepto que uno tiene sobre la libre
masonería. La intriga, como combustible de la creatividad, ya que
aveces el crear es una necesidad, una necesidad fundada, en algunos
casos, en la intriga. El secreto, que promueve la virtud de quien lo
guarda y de quien recorre el camino para conocerlo. Y la hermandad,
que remite a la unión, a la consideración y tolerancia entre los
aprendices, compañeros y maestros.
Claro, no son organizaciones que
necesariamente promueban el desarrollo social desde la inclusión (de
vital importancia en la actualidad). Pero es que nos referimos a una
práctica que se remonta cientos de años en el pasado, y que ha
pecado de anacrónica. El bien que la libre masonería nos deja hoy
en día, es un bien creativo. Da rienda suelta a la imaginación,
genera escenarios sombríos y laberínticos, en los cuales la intriga
todo lo cubre. Material literario, programático-musical, artístico.
Una acertijo interminable de pistas y falsos pasadizos, que llevan a
la creación de nuevos relatos, nuevas historias.
Esta ciudad del norte de Alemania,
tiene un espíritu parecido al de mi ciudad natal: La Plata, que fue
fundada y enarbolada por masones. La simbología masónica se
extiende a lo largo y a lo ancho de la ciudad antigua de Lübeck, así
como sobre el casco urbano de la ciudad de las diagonales (tal vez
esta última aun con más peso simbólico). La intriga es, en este
caso, un lazo invisible entre estas dos ciudades, un lazo invisible e
irrompible. Un vínculo de historias de misterio, que un alma curiosa
recuerda con nostalgia. Un alma que, tal vez, haya comenzado el
camino del Aprendiz.