lunes, 15 de diciembre de 2014

Aprendices, Compañeros y Maestros

1° parte
Logias por doquier, desde la ciudad de las diagonales hasta la ciudad de las iglesias medievales. En el 2014 la antigua hermandad de librepensadores masones sostiene su discreción y enciende la curiosidad en algunas almas creativas.

    Me encuentro en la contradictoria situación de escribir (y escribiendo divulgar) sobre una serie de situaciones que comencé a vivir hace unas semanas, relacionadas a una organización con fuertes fundamentos en la discreción. Esta característica es la que me contraria hoy en día cuando intento desarrollar de la forma más clara y detallada posible, los escenarios y sucesos con los que la mera curiosidad me ha encontrado.
    El cuento empezaría con una tarde lluviosa, en una ciudad relativamente grande, pero con alma de pueblo. Donde cada fachada tiene una historia y la simbología se hace presente en cada edificio y cada monumento. Una ciudad de calles adoquinadas y que, pese a la lluvia, exhibe orgullosa un verde follaje que resalta del fondo grisáceo que la lluvia remarca. Esta historia comienza en esta locación que, pese a las coincidencias, no se trata de la ciudad de La Plata (Argentina), sino de la ciudad de Lübeck (Alemania).
    Una tarde de lluvia, en la norteña ciudad de Lübeck, se alzaba imponente frente a mi una robusta puerta de madera, sin adorno alguno, abrazada por un edificio gris de piedra, que parecía comprender no sólo el número 2 de la coqueta calle St. Annen, sino también extenderse hasta la esquina, y una vez allí, unos metros más hacia la derecha. El edificio tenía unos 3 pisos de altura, con una fachada antigua y marcial, y sobre su entrada se leía en grandes letras metálicas: “Freimaurerloge” (Logia de la Libre Masonería).
    Allí me encontraba yo, frente a esa puerta cerrada (nunca ví una puerta más cerrada). Toqué timbre, esperé. Nadie atendió. Volví a tocar timbre y esta vez saludé a la cámara del portero eléctrico, creyendo que tal vez alguien del otro lado me estaría observando y podría tomar con gracia tal gesto, pero nada. Continué esperando, y dando por sentado que nadie me iba a atender, decidí marcharme, y cuando me disponía a hacerlo, escuché una voz lejana que trataba de llamar la atención de alguien: -¡Hola! ¡Oiga!. Miré por sobre mi hombro y vi a un hombre de traje portando un paraguas, que llevaba de la mano a una anciana. Ambos caminaban bajo la lluvia y se alejan cada vez más. Giré, y al verme el hombre, volvió a gritar, en alemán y bajo el ruido de la lluvia, por lo cual a duras penas pude entender lo que decía (además, todavía no estaba seguro de que me hablara a mi), pero creí entender algo como “¡Oiga, ya voy!”. El hombre se alejó lentamente con su viejita, entonces descarté que se hubiera dirigido a mi.
    Bajé los escalones de la entrada y me dirigí a la esquina, creyendo que podría ser otra la entrada principal del edifício. Recorrí todo el frente y no encontré nada, y ya cuando la lluvia me había molestado lo suficiente como para irme a casa, ví que el hombre que hacía una rato estaba gritando desde la otra cuadra, se acercaba y sacaba una llave de su bolsillo. Efectivamente, me había gritado a mi y, efectivamente, volvía él despues de un rato. Lo intercepté cuando estaba abriendo esa puerta (la cual creí nunca se abriría). El hombre me pareció algo sorprendido e incómodo cuando lo saludé, como quien creyendo estar solo, es sorprendido por un testigo. Esta actitud me llamó la atención y vacilé unos segundos antes de dirigirme a él. Pasada la sutil tensión que este instante generó, extendí mi mano para estrechar la suya y me presenté: -Buen día, me llamo Pettoruti-. El hombre me examinó por un momento y complementó mi saludo apretando mi mano y plegando su paraguas, simulando ningún apuro. Luego me dijo: -Ah, Pettoruti, Italiano, sí, lo estábamos esperando-.

    Aquí no termina la historia. Pero aquí termina esta parte de la historia, en este texto. El secreto, o la omisión, son dos de las bases de lo que hoy se conoce como la libre masonería. No hablamos de oscurantismo, donde hay una intensión expresa por ocultar, sino del secreto. A esta logia tiene acceso (aunque sea informativo) cualquier persona que se interese en la misma. Su bajo perfil y sencillez, permiten que esta organización mantenga, a lo largo de siglos, su estructura intacta, y (no tan intactas) sus ideas fundacionales.
    Cuántos de ustedes, estimados lectores, saben de qué se trata la masonería, y aún conociéndola, cuántos de nosotros sabemos a qué se dedican estas logias, cuáles son su actividades, o si realmente existen en forma activa. Más allá de estas preguntas y sin desmereser a quien se tome el trabajo de investigar al respecto, este humilde escritor cree que el legado más importante de la libre masonería en el siglo 21 ha sido, y es, la intriga, el secreto, y la hermandad. Estas tres palabras que encajan perfectamente en el preconcepto que uno tiene sobre la libre masonería. La intriga, como combustible de la creatividad, ya que aveces el crear es una necesidad, una necesidad fundada, en algunos casos, en la intriga. El secreto, que promueve la virtud de quien lo guarda y de quien recorre el camino para conocerlo. Y la hermandad, que remite a la unión, a la consideración y tolerancia entre los aprendices, compañeros y maestros.
   Claro, no son organizaciones que necesariamente promueban el desarrollo social desde la inclusión (de vital importancia en la actualidad). Pero es que nos referimos a una práctica que se remonta cientos de años en el pasado, y que ha pecado de anacrónica. El bien que la libre masonería nos deja hoy en día, es un bien creativo. Da rienda suelta a la imaginación, genera escenarios sombríos y laberínticos, en los cuales la intriga todo lo cubre. Material literario, programático-musical, artístico. Una acertijo interminable de pistas y falsos pasadizos, que llevan a la creación de nuevos relatos, nuevas historias.

    Esta ciudad del norte de Alemania, tiene un espíritu parecido al de mi ciudad natal: La Plata, que fue fundada y enarbolada por masones. La simbología masónica se extiende a lo largo y a lo ancho de la ciudad antigua de Lübeck, así como sobre el casco urbano de la ciudad de las diagonales (tal vez esta última aun con más peso simbólico). La intriga es, en este caso, un lazo invisible entre estas dos ciudades, un lazo invisible e irrompible. Un vínculo de historias de misterio, que un alma curiosa recuerda con nostalgia. Un alma que, tal vez, haya comenzado el camino del Aprendiz.