Desde Lübeck, Alemania, una crónica del absurdo escenario en los
días previos a la llegada del Grupo de los 7. Blandas
manifestaciones pop y un premio nobel en medio de un nada claro
panorama político.
En la pequeña ciudad alemana de Lübeck abril se
abría paso con su impredecible clima, tanto es así que el 1 de
abril nos sorprendió una fuerte nevada matutina y a partir del 4 una
optimista racha de días soleados alegraron la ciudad. No sólo el
clima abrileño descolocaba a los nunca acostumbrados habitantes
norteños, sino también la enrarecida atmósfera sociopolítica de
la zona. El 5 de abril Lübeck amaneció decorada con pequeños
cartelitos amarillos pegados en algunas vitrinas y postes de
iluminación con la inscripción “wir brauchen kein G7” (nosotros
no necesitamos ningún G7). Estas sutiles manifestaciones de repudio
al congreso político no llamaban todavía la atención de los
ciudadanos (a excepción de un servidor y otros colegas
latinoamericanos) ni de los medios de comunicación alemanes. Con el
pasar de las semanas, los rumores de inactividad comercial y
programación de demostraciones fueron tomando lugar en cada charla
de café, pero todavía la magnitud de los hechos no era medible.
Mucho tiempo atrás se habían comenzado en la coqueta ciudad norteña
las obras para la construcción del nuevo Hanse Museum (Museo
Hanseático) y sala de congresos, donde ya se planeaba llevar a cabo
el controversial G7.
En la mañana del 12 de abril Lübeck amaneció
forrada de policías. Camionetas azules y blancas y otras verdes, de
las cuales salían como producidos por un juego de estrategia
funcionarios uniformados. Las manadas policiales comenzaron desde
temprano a moverse por las principales arterias del tránsito del
centro. Tanto los alrededores del nuevo museo como la plaza frente a
la municipalidad (locaciones elegidas con suficiente antelación por
los manifestantes para expresar su repudio desde el día 13 de abril
a partir de las 17hs. Según lo estipulado en el comunicado publicado
en el diario) habían sido valladas, lo cual dificultaba el transito
peatonal. Ese mismo día pero al anocheser aparentemente, en medio de
uno de los mayores despliegues policiacos que seguramente Lübeck
haya sufrido, en la puerta de mi domicilio, a 200 escasos metros del
hotel donde Los 7 se alojarían, alguien cortó el candado de mi
bicicleta y se la robó... Además la tranquila ciudad se colmó de
curiosos turistas que como laboriosas hormiguitas rojas fotografiaban
cada detalle del decorado: las improvisadas notas pegadas en las
puertas de los negocios cerrados, las interminables postales de las
camionetas de policías con el fondo de la puerta medieval de la
ciudad, en la que se lee la inscripción “Concordia domi foris pax”
(Adentro concordia, afuera paz). Y a estos se sumaban las grandes
cadenas de televisión (NDR, SWR, etc...) que parecían sacarse los
ojos por un miserable metro cuadrado cercano al nuevo Museo
Hanseático para postrar allí sus sets
de filmación.
El día trece del mes cuatro era el elegido por
los manifestantes para comenzar su expresión pacífica contra la
reunión de altos mandatarios (pese a que la policía dice haber
encontrado adoquines escondidos en los tachos de basura por los
manifestantes, quienes se piensa tuvieran la idea de arrojarlos tanto
a las fuerzas policiales como a los mandatarios, la demostración fue
pacífica). En efecto, la manifestación se realizó la noche del día
13 de abril. Con la particularidad de que fue llamada Tanz-Demo
(Demostración danzada) ya que consistió en una inusual fiesta con
música techno
en la cual alguna bandera amarilla (amarilla como los cartelitos de
hacía una semana) flameaba sin mucho ímpetu, y las consignas de la
demo no
parecían del todo claras. Los transeúntes ajenos a todo este
despliegue pop
no lograron establecer una única versión de lo que la demostración
quiso expresar, o de qué manera es que se opuso al G7. De todas
maneras el ruido de la música a todo volumen a altas horas de la
noche y el inusual (y exagerado) despliegue policial (según el
diario local Lübecker Nachrichten hubo unos 3.500 policías para
unos 500 manifestantes) prometían, al menos hasta la mañana
siguiente, una importante propaganda periodística. Pero esa misma
noche de 13 de abril quiso el destino, que con cada uno de nosotros
se divierte, acallar a uno de los tambores más estridentes de los
últimos 50 años de la escena política, cultural y literaria
centroeuropea, y todo Alemania lamentó la pérdida del escritor
Günter Grass, quien a causa de una infección falleciera en una
clínica de la coqueta, pequeña, norteña y revolucionada ciudad de
Lübeck. El 14 de abril los diarios alemanes mostraban una llamativa
primera plana con el rostro de Günter Grass y escondida en un
pequeño recuadro, una mención a la fallida primera demo
pop contra
el G7. Pese a todo, tanto para esta noche de 14 de abril, que sólo
los periódicos del mañana sabrán cubrir o encubrir, como para las
subsiguientes hasta el final de la semana, las demo
pop
prometen movimientos más serios y pancartas elocuentes.
Un
latinoamericano que ya no cuenta con su bicicleta, se pregunta si es
risa o preocupación lo que debiera sentir frente a esta crónica de
lo absurdo, en tanto las demostraciones pop,
tan blandas y poco claras, no terminan de representar y expresar las
problemáticas que el G7 representa: una reunión exclusiva de las
altas esferas económicas que, así como si nada, construyen un
santuario del pasado (un museo) para sentarse a la mesa de las
grandes desiciónes y rever sus planes, seguramente lejanos a una
política humanitaria, sobre cómo mantener el poder geopolítico y
económico, endeudando y desendeudando naciones.